
“Ve con esta tu fuerza… ¿No te envío yo?” (Jueces 6:14)
“Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande” (Jeremías 1:7)
“Porque yo os daré palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir…” (Lucas 21:15)
Cuando Dios pone algo en nuestras manos, debemos hacerlo con solicitud, confiando en su poder, ya que él no depende de nuestras capacidades, e inclusive puede hacer mejor las cosas, sin nosotros que con nosotros, pero se goza en emplearnos en tales cosas en su gracia, como una suerte de bendición.
Un creyente contaba que en cierta ocasión había enfermado un conocido suyo, y él sentía una carga en su corazón deseándole hablar del Señor. Dispuesto a visitarlo, invitó a un anciano de la congregación a hacer la visita juntos, y al llegar le pareció mejor dejar que hablara el anciano. El anciano habló con el enfermo, y le dijo cosas muy ciertas y justas, pero el enfermo se sintió ofendido. El creyente pensaba al oírlo que él, conociendo al enfermo, nunca le hubiera hablado de esa manera, sino que le hubiera dicho las mismas verdades, pero de otra forma. Esto le enseñó de que cuando Dios le encarga algo a alguien, ese alguien es el indicado para hacer la obra, y no, otra persona, por más calificada que nos parezca.
Jeremías al ser enviado por Dios, argumentó no poder por ser demasiado joven (Jeremías 1:6-7) Moisés se negaba diciendo: “¡Ay, Señor! Envía, te ruego, por medio del que debes enviar” (Éxodo 4:13)
Dios no se equivoca nunca y si nos manda a hacer algo nos capacita para que podamos hacerlo.
Pensamientos para reflexionar