Me rodearon ligaduras de muerte, Me encontraron las angustias del Seol; Angustia y dolor había yo hallado. Entonces invoqué el nombre del Señor, diciendo: Oh Señor, libra ahora mi alma. (Salmo 116:3,4)
“Sacúdete del polvo; levántate y siéntate… suelta las ataduras de tu cuello” (Isaías 52:2)
La resurrección de Lázaro manifiesta al Señor Jesús como el príncipe de la vida que vino precisamente para darnos vida.
Jesús dijo: “¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir” (Juan 11:43,44)
Este relato, representa perfectamente en figura, nuestra condición humana. Muertos en delitos y pecados necesitábamos que viniera Cristo para darnos vida por su poder, mediante su Palabra (Juan 5:25) y luego de darnos vida, que fuéramos desatados de todas aquellas ligaduras de muerte.
Quien pasa de muerte a vida, “nueva criatura es, las cosas viejas pasaron, he aquí, todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17) Pero, tal como el caso de Lázaro hay ataduras que romper todavía. Para lázaro fueron las vendas y el sudario; para el hombre, son cosas con las cuales estaba ligado cuando estaba muerto en sus delitos y pecados.
El Señor, con su poder y sus medios, nos ayuda a desatarnos de vicios, relaciones, personas y vínculos que no nos dejarían caminar en esta nueva etapa de vida. Siempre habrá quienes nos quieran traer el pasado al presente, porque de alguna manera, están ligados a aquellas cosas.
No debemos darle cabida. La vida vieja pasó. Ahora somos de Cristo y tenemos una nueva vida para su gloria.
Pensamientos para reflexionar