DERRAMAR EL CORAZÓN EN ORACIÓN

“Mientras ella oraba largamente delante de Jehová, Elí estaba observando la boca de ella. Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía; y Elí la tuvo por ebria. Entonces le dijo Elí: ¿Hasta cuándo estarás ebria? Digiere tu vino. Y Ana le respondió diciendo: No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová” (1 Samuel 1:12-15)


Muchas veces vivimos situaciones extremas. Momentos de prueba donde el alma se derrite dentro nuestro. Los creyentes oramos a nuestro Dios y él, en su fidelidad responde a nuestras necesidades. Sin embargo, debemos confesar que hay veces que hasta que el Señor no nos contesta, nuestras almas no sienten alivio. Eso, casi siempre sucede, cuando no hemos orado bien, derramando nuestro corazón delante del Señor.

Ana, la mamá de Samuel, oró a Jehová y lloró abundantemente… oró largamente, no fue una breve oración donde hizo mención de sus necesidades y luego volvió contenta por su camino, y no estuvo más triste. (1 Samuel 1: 10,12 y 15) ¿El secreto? Ella, no había hecho una oración común, sino que había derramado su corazón delante del Señor.

Una maestra de escuela dominical solía enseñarles a sus alumnos que es derramar el corazón, volcándolo delante del Señor, ejemplificándolo con un vaso con agua. Ella, volcaba el vaso y les decía: ¿Ven? He derramado este vaso y ya no dispongo más de su contenido. Lo he derramado y no lo puedo volver a cargar. El recipiente quedó vacío. Cuando nuestro corazón está cargado por cosas que lo apenan y afligen, debemos volcarlo en la presencia de Dios, ese es el secreto para que luego de haber orado nos sintamos bien y aliviados. Si oramos, pero sin derramar nuestra alma, la oración no nos traerá alivio.


Pensamientos para reflexionar

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