DECISIONES

Una de las causas por las que más sufrimos en la vida, es la relativa a las consecuencias de nuestras decisiones. Esto sucede, particularmente, porque el hombre decide por sí mismo. Hay un dicho que dice: Uno puede hacer lo que se le antoje, lo único que no puede hacer, es evitar las consecuencias.

Si el hombre se hubiera guardado en sumisión a Dios, jamás hubiera sufrido a causa de su obediencia, pero, desobedeció. Quiso ser como Dios: Saber, decidir y esto le costó muy caro.

En los capítulos 2 y 3 del libro de Génesis,  tenemos las directivas de Dios y la desobediencia del hombre. La catástrofe que se originó a causa de aquel primer pecado del hombre, es tan grande  que, podríamos decir que no hay escena más triste en todo el Antiguo Testamento que el de la caída de la raza humana. “El pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12)

Recordamos que en el huerto de Edén, Satanás, tentó y  engañó a la mujer al decirle que no moriría si comía del árbol prohibido: “La serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3:4,5) y la mujer comió, desobedeciendo a la voz de Dios y le convidó al hombre. A partir de allí, comienza una conciencia de lo que está bien y lo que está mal, pero con  las consecuencias más tristes. Es decir: La de saber lo que es bueno y no poder hacerlo, y comprobar lo que es malo, y no poder evitar  ser tentado a cometerlo.

Dios proveyó el medio de salvación, a través de su Hijo Unigénito, quien se entregó por nuestros pecados. Esto ha sido la gracia de Dios, un don inmerecido. Sin embargo, a pesar de que “cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Romanos 5:20) aún se ven las consecuencias del pecado sobre la creación; y una de las causas por la cual podemos decir, la creación, en pecado, gime; tiene relación directa con el hecho de haber comido  del árbol de la ciencia del bien y del mal.

Todo sufrimiento sobre esta tierra, tiene, directa o indirectamente, su origen en el pecado. Sin el pecado, no conoceríamos los sufrimientos que experimentamos a diario. Sin embargo, cuando sufrimos,  debemos reconocer, que esto no es únicamente por culpa de Adán, pues, por eso, Dios hizo provisión en Cristo. Para lo que no hay sustitución alguna, es para ser eximidos de nuestra responsabilidad.  Somos plenamente responsables de las decisiones que tomemos. Responsables de la decisión más importante de la vida que es la de aceptar, o rechazar a Cristo, y de las decisiones de la vida diaria que podrían parecernos de poca importancia.

Sin embargo, todo es importante, pues, lo que el hombre elije, lo marca a fuego, y luego debe hacerse cargo de  sus consecuencias.

Esto es terrible, pues, el hombre,  dejado a su arbitrio, elige mal.  Como venimos viendo, a partir de haber comido del árbol de la ciencia del bien y del mal, el hombre se erigió como Dios para sí mismo, dictaminando el bien y el mal, y legislando mal, en independencia de su creador desde una posición muy pobre; ya que se encuentra en tinieblas y con una mentalidad en enemistad con Dios “Por cuanto los <designios> (en griego: mente, mentalidad, inclinación mental)  de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden” (Romanos 8:7) Como resultado de ese estado, sus decisiones, son, la mayoría de las veces, muy malas, tanto para él como para su entorno.

Si se tomaran siempre las decisiones correctas, comenzando con la de entregarle la vida a Cristo, amar Su palabra y vivir conforme a Su voluntad; veríamos como todo sería distinto, ya que “Mucha paz tienen los que aman su ley, Y no hay para ellos tropiezo” (Salmo 119:165)

Rahab la ramera, es un buen ejemplo de lo que es haber tomado una buena decisión. Oyó acerca de Jehová y sus maravillas. Creyó en su corazón y fue inmensamente bendecida  (Josué 2:10)Se nos dice que ella oyó, y que “la fe es por el oír, y el oír…” (Romanos 10:17) Habrá habido muchos otros que también habrán oído aquellas maravillas, y sin embargo, cerraron sus corazones y no fueron salvos. Por eso se nos advierte: “Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 3:15)

Rut la Moabita, es otro buen ejemplo. Habiendo enviudado, quedó libre. No necesitó que se le diga. “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré… y te bendeciré” (Génesis 12:1,2) pues  ella, no tenía nada prometido. Sin embargo, decidió seguir con su suegra que volvería a Belén, (La casa del pan) porque “habían oído en el campo de Moab que Jehová había visitado a su pueblo para darles pan” (Rut 1:6) y a pesar de que su suegra la liberara de la obligación de acompañarla, ella se decidió por el Dios vivo y verdadero, diciendo: “mi pueblo, y tu Dios mi Dios…” (Rut 1:16).

Las consecuencias de las buenas decisiones de estas mujeres, se detallan en las Escrituras y brillan particularmente, en (Mateo 1:5) Pues, ambas, tienen el privilegio de estar en la genealogía del Señor Jesús.

La Biblia nos habla también acerca de personas que tomaron decisiones equivocadas y lo lamentaron.

Esaú dijo: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura? … Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura” (Génesis 25:32 y 34) “Esaú… por una sola comida vendió su primogenitura… y,  aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas” (Hebreos 12:16,17) El pensamiento  terrenal y carnal que sólo lleva a las personas a pensar en el disfrute momentáneo, tiene consecuencias terribles.

En tiempos de Josué, el pueblo de Israel actuó precipitadamente, sin consultar a Jehová y Dios les hizo ver las consecuencias de decidir las cosas sin consultar previamente, esperando la respuesta divina“Los moradores de Gabaón, cuando oyeron lo que Josué había hecho a Jericó y a Hai, usaron de astucia… Y los hombres de Israel tomaron de las provisiones de ellos, y no consultaron a Jehová. Y Josué hizo paz con ellos, y celebró con ellos alianza concediéndoles la vida; y también lo juraron los príncipes de la congregación. Pasados tres días después que hicieron alianza con ellos, oyeron que eran sus vecinos, y que habitaban en medio de ellos. (Josué 9:3-16)

Un día, David, a pesar de ser un hombre de Dios, fiel y valiente, cansado de huir de Saúl tomó una decisión desafortunada. “Dijo luego David en su corazón: Al fin seré muerto algún día por la mano de Saúl; nada, por tanto, me será mejor que fugarme a la tierra de los filisteos… (1 Samuel 27:1)Esto lo puso en un gran apuro, cuando los mismos Filisteos salieron a la batalla contra Israel, y David se encontraba en la obligación de pelear contra sus propios hermanos.

Podemos multiplicar ejemplos de toma de decisiones y sus consecuencias, y veremos siempre que todo lo malo, pasa, cuando actuamos conforme a nuestra voluntad, sin consultar, sin buscar el pensamiento de Dios, sin esperar su respuesta…

Dios hizo las cosas  simples, y si uno se guarda en esa simpleza de proceder, no querrá hacer nada sin estar seguro de estar obrando en la voluntad de Dios. Lamentablemente, el hombre erigido en juez de lo bueno y lo malo, decide, como si fuera el dueño de la verdad, creyendo que Dios, en el caso que crea en Dios, lo comprenderá y finalmente estará de acuerdo.

No nos engañemos, esto no es así. “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová.  Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:8,9) Una de las glorias más excelentes del hombre Cristo Jesús, es aquella que resplandece cuando lo vemos siempre deseoso de hacer la voluntad del Padre. En los evangelios lo vemos siempre en oración y en una comunicación constante e ininterrumpida  con el Padre. Aunque tenía una voluntad perfecta, ya que no había pecado en él. Él, se presenta como el hombre perfecto, que busca la voluntad del Padre y obra en consecuencia, esperando siempre su confirmación; no haciendo nada por sí mismo.

Nosotros, no obramos así. Como consecuencia de haber comido del árbol de la ciencia del bien y del mal, nos acostumbramos a dictaminar lo que corresponde o no, y obramos, llevando las consecuencias de nuestras decisiones en nuestra vida. Que gran verdad dice la Palabra, al declarar lo siguiente: “¿Por qué se lamenta el hombre viviente? Laméntese el hombre en su pecado. (Lamentaciones 3:39) Debemos lamentarnos siempre en haber actuado independientemente de Dios; pues, si somos sinceros, reconoceremos que  la mayoría de nuestros pesares, son por causa de nuestras decisiones.

Debido a esto, ante cada decisión, por pequeña e intrascendente que pueda parecer, oremos y esperemos  estar seguros de estar obrando según el pensamiento y la voluntad de Dios; teniendo presente siempre, que la primera y mejor decisión que Dios espera que el hombre tome, es la de recibir a Cristo como Salvador. Esta decisión es la que hace que la vida cambie eternamente. Sus resultados son eternos y sus bendiciones, son para esta vida presente y para la venidera (1 Timoteo 4:8) Porque, al recibir a Cristo como salvador, no solamente recibimos el perdón y la justificación, sino que experimentamos “una renovación en nuestro entendimiento, que nos faculta para comprender la buena voluntad de Dios” (Romanos 12:2) Recibiendo también la fuerza y el deseo para caminar en ella.

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