“Vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz; Y por ello te vendrá bien. Toma ahora la ley de su boca, Y pon sus palabras en tu corazón. Si te volvieres al Omnipotente, serás edificado; Alejarás de tu tienda la aflicción” (Job 22:21-23)
“Oye, oh Jehová, y ten misericordia de mí; Jehová, sé tú mi ayudador. Has cambiado mi lamento en baile; Desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría. Por tanto, a ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado. Jehová Dios mío, te alabaré para siempre” (Salmos 30:10-12)
Una de las mentiras predilectas de Satanás, es la de atribuir a Dios todo el dolor que sufren los hombres. Él desea engañarnos para que creamos que todo lo que sufrimos en esta tierra, lo sufrimos como castigo de Dios. De esa manera, la idea que nos hacemos de Dios, es la de un Dios vengativo que está mirando a quien castigar.
Y no es así. Dios es amor, es misericordioso y piadoso (1 Juan 4:8, Éxodo 34:6) y se goza en hacernos bien. Obviamente, el hombre deberá rendirle cuentas, pero en estos momentos, no está ocupado en castigarnos, sino que está, con los brazos abiertos esperando que el hombre se vuelva a él en arrepentimiento.
Los seres humanos sufrimos porque vivimos en un mundo que está bajo las consecuencias del pecado: Egoísmo, mentira, corrupción, violencia… pero además de eso, cada uno sufre muchas veces cosas específicas por haber quebrantado las leyes que Dios ha fijado: Si uno no riega una planta se seca. Si alguien suelta algo de su mano se cae, y así…
Las consecuencias no son el castigo de Dios, sino los resultados lógicos. Más bendito sea nuestro Dios que no quiere vernos sufrir y desea salvarnos.
“Él hace nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21:5) Para quienes sufren aún, hay esperanza. Solo deben acudir a Dios reconociendo su estado de perdición y creer en Jesús como salvador.
Pensamientos para reflexionar