“Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no lamentasteis” (Mateo 11:37)
“Pero ellos no oyeron, ni inclinaron su oído, sino endurecieron su cerviz para no oír, ni recibir corrección” (Jeremías 17:23)
Las personas que tienen la conciencia cauterizada, escuchan una y otra vez el mensaje del evangelio, y no se espantan, ni se conmueven, no huyen de las reuniones, pero tampoco se entregan.
Para que alguien se acerque a Dios, es necesario que Dios lo trabaje, pues nadie busca a Dios, ni tiene la particularidad de acercarse a la luz. Dios obra en el corazón de los hombres, a través todo lo que ven y escuchan, por el mensaje que se les presenta, y por la acción del Espíritu Santo que trabaja en ellos para iluminación, reconocimiento, arrepentimiento y aceptación.
Quienes escuchan asiduamente el mensaje del evangelio, si no se convierten en ese tiempo prudencial de Dios, corren el riesgo de endurecerse para perdición, no dejando ya que su conciencia fluya y actúe. Cuando algo nos toca permanentemente termina formando una callosidad, y allí ya no se tiene la misma sensibilidad. Así sucede con la conciencia. Aquel que resiste la voz de su conciencia y el trabajo de Dios, va formando en su mente un callo, haciéndose insensible a lo que se le dice. Y aunque sepa que está en pecado, continuará, porque ya no le duele.
Sólo la gracia de Dios y el trabajo exhaustivo del Espíritu Santo pueden ganar a esas almas que le han agregado una dificultad más a la ya terrible condición del hombre en general.
Pensamientos para reflexionar