
“Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu” (Romanos 8:5)
Digo pues: Andad según el Espíritu, y no cumpliréis los deseos de la carne (Gálatas 5:16 V. Mod)
La naturaleza del hombre se ha corrompido desde que éste pecó, por lo tanto, el hombre necesita una naturaleza nueva que Dios otorga por medio del nuevo nacimiento (Juan 3:7) Notemos bien: Dios no mejora la vieja naturaleza, sino que otorga una nueva.
Grafiquemos esto viendo el funcionamiento de un auto a nafta con un equipo de conversión a gas (GNC) Tal auto, podrá moverse por propulsión a nafta o a gas, pero no con los dos combustibles a la vez.
Imaginemos que la nafta venga sucia haciendo imposible que el auto funcione, uno tiene la opción de pasarlo a gas y moverse impulsado por ese combustible. El gas no mejora las deficiencias de la nafta, es otra fuente de propulsión.
Así sucede con los creyentes. Tenemos la carne que es enferma (Mateo 26:41 RVR09) que “no se sujeta a la voluntad de Dios ni tampoco puede” (Romanos 8:7) y que Dios descartó por completo no esperando nada bueno de ella. Pero tenemos otro propulsor para la gloria de Dios que es el Espíritu Santo. No podemos andar siendo conducidos por las dos fuentes a la vez. O actuamos por la carne o lo hacemos por el Espíritu.
Dios no nos ayuda a mejorar nuestra carne, ni nos ayuda a vencerla. Los creyentes debemos vivir y andar en el Espíritu que es la única forma de no satisfacer sus deseos.
Pensamientos para reflexionar