CUANDO ALGUIEN SE CONVIERTE, ¿LA CARNE MEJORA?  (Parte 1)

“Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra” (Ezequiel 36:25-27)


Hay quienes piensan que la obra de Dios en el hombre se hace a través de un mejoramiento de la persona, mejoramiento de la carne. Que como todos somos pecadores, Dios, nos llama al arrepentimiento y el hombre arrepentido lo recibe como hijo, y de ahí en más lo ayuda para que camine de una manera recta. Ese hombre, como pecador por naturaleza, va a caer una y otra vez, pero ellos piensan que la diferencia con los incrédulos la hace, que los que son hijos de Dios recibirán ayuda de Dios para levantarse, mientras que los otros no.

Esos pensamientos no son correctos. Eso no es lo que dice la Biblia.

La primera cosa que tenemos que saber y reconocer, es que Dios no mejora la carne. La carne es irremediable. No tiene cura, no cambia, no mejora… Por eso Dios le pone fin en la cruz de Cristo.

Alguien preguntará: Y entonces, ¿cómo, las personas cambian? A eso contestamos que, las personas, efectivamente, cambian cuando se convierten a Dios, confiando en Cristo como su salvador, pero no por un mejoramiento de su naturaleza pecaminosa, sino porque reciben una nueva vida en Cristo, una nueva naturaleza que es la naturaleza divina (2 Pedro 1:4) que se caracteriza, al ser divina, por amar el bien y aborrecer el mal, no estando dominada por el pecado, como lo está el hombre por naturaleza.

Continúa en la parte 2


Pensamientos para reflexionar

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