
“Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia” (1 Pedro 1:14)
“Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros” (1 Samuel 15:24)
La obediencia cumple un lugar especial para Dios. Recordemos que el primer pecado, fue la desobediencia y que una de las glorias más excelentes del hombre Cristo Jesús, fue la obediencia. De él se dice proféticamente: “El hacer tu voluntad Dios mío me ha agradado… (Salmo 40:8) Quien entrando en el mundo dijo: “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, Como en el rollo del libro está escrito de mí” (Hebreos 10:7) Por eso, los creyentes, santificados por el Espíritu para obedecer (1 Pedro 1:2) viviendo a Cristo en nosotros, debemos manifestar esa obediencia en un mundo desobediente que se aleja cada día más de la voluntad de Dios.
La obediencia, obviamente, no es solamente para aquellas cosas que poco cuestan, sino para todo lo que nuestro Dios haya dicho, en lo cual debemos ser fieles, hasta la muerte. (Apocalipsis 2:10) Nuestro Señor dio el ejemplo: Él, “siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:5-8)
Dios es honrado con nuestra obediencia. Por eso, no sigamos la corriente de este mundo, poniendo excusas, ni buscando interpretaciones rebuscadas en la Palabra para no hacerlo.
Pensamientos para reflexionar