“En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios” (1 Juan 4:2)
“Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios” (1 Juan 4:15)
“Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios” (1 Juan 5:1)
El apóstol Juan corrige las falsas doctrinas que trastornaban la fe cristiana. En ese momento los gnósticos enseñaban que solamente lo espiritual era bueno, y la materia era mala. Por lo tanto, pensaban que Cristo, (Ungido) era una emanación divina que vino sobre el hombre Jesús en el momento de su bautismo y que, como unción se retiró de él antes de morir, porque el Cristo celestial no podía morir, y era algo tan puro y santo que no podía mancharse con un contacto permanente con la materia, la carne.
Eso no es lo que enseñan las Escrituras, por eso el Espíritu de Dios puso las cosas en claro y lo dejó escrito para nosotros.
Juan supo que los hombres que enseñaban tales cosas no eran cristianos y que sus enseñanzas no venían de Dios.
Todo aquel que es de Dios, debe confesar que Jesucristo ha venido en carne. Es decir que, como Dios se ha encarnado revistiéndose de humanidad y que tanto su naturaleza humana, como la divina, eran y permanecieron perfectamente santas.
Todo aquel que dice ser de Dios, debe aceptar que Jesús es el Hijo de Dios, cosa que los judíos por ejemplo negaban, aunque argumentaban creer en Dios.
Y que Jesús, aquel hombre que vieron caminar por Galilea era el Ungido de Dios que vino para morir por nuestros pecados y quien reinará sobre todo.
Pensamientos para reflexionar