CONTRISTAR AL ESPÍRITU
“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:16)
“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6:19,20)
El Espíritu Santo es Dios, la tercera persona de la Trinidad. Como bien sabemos nos infunde poder, pero es más que un poder, es una persona, por lo tanto, tiene personalidad que son los rasgos y las cualidades que configuran la manera de ser de una persona.
En la Biblia se nos dice claramente que puede ser contristado: “no contristéis al Espíritu Santo de Dios” (Efesios 4:30)
También que puede ser apagado. “No apaguéis al Espíritu” (1 Tesalonicenses 5:19)
Al meditar en esto, podemos preguntarnos: ¿Cuándo y cómo contristamos o apagamos al Espíritu?
Para comprender mejor estas expresiones debemos tener en cuenta que el Espíritu Santo cumple en el creyente un trabajo santificador, modelador, transformador a la misma imagen de nuestro Señor. Para eso, nos ilumina, nos muestra cosas y las va cambiando en nosotros. Pero cada vez que pecamos, estropeamos su trabajo y esto lo entristece, lo contrista.
Un hermano al hablar del tema ponía este ejemplo: Imaginemos una persona que está remodelando nuestra casa o departamento. Esa persona corre los muebles y objetos, limpia y lija las paredes. Corrige imperfecciones, y pinta para que todo quede perfecto, pero en eso venimos nosotros con un balde con barro, y ensuciamos todo. ¿Cómo se sentiría tal persona? Así se siente el Espíritu Santo en nosotros cuando lo ensuciamos todo con cosas que son pecado.
Pensamientos para reflexionar