“Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición” (1Timoteo 6:9)
“Ha dicho Jehová: He aquí que yo destruyo a los que edifiqué, y arranco a los que planté, y a toda esta tierra. ¿Y tú buscas para ti grandezas? No las busques; porque he aquí que yo traigo mal sobre toda carne…” (Jeremías 45:4.5)
Verdaderamente, todo cristiano tendría que poder decir: Para mí, el vivir es Cristo. (Filipenses 1:21) Como cristianos debemos tener mucho cuidado para no vivir una vida codiciosa, ansiando todo cuando el mundo ofrece. “Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo” (Lucas 12:30)
El cristiano debe aprender a vivir sobriamente y a no endeudarse. A no comprometer su futuro con deudas a no ser en situaciones excepcionales. Muchas veces, pasa que aquellas cosas que no podemos tener, no son las cosas por las cuales oramos a nuestro Dios esperándolas de su parte, sino, son las cosas por las cuales nos endeudamos a futuro, olvidando que el mañana no es nuestro “cuando no sabéis lo que será mañana” (Santiago 4:14) Nos comprometemos a pagar dinero que aún no hemos ganado, y eso es peligroso.
Por decisiones equivocadas en estos temas, vienen luego los problemas familiares, las desavenencias matrimoniales, la falta de tiempo para ocuparnos de las cosas del Señor, para asistir a las reuniones … Debemos ser muy prudentes. Se viven tiempos difíciles, pero el problema no está simplemente los tiempos que vivimos, sino cómo los vivimos. Debemos sincerarnos y ver que el problema radica en nuestros corazones, cuando son motivados a codiciar.
Un corazón para Cristo, se mantiene lejos de estas cosas que sirven como tentación y lazo (1 Timoteo 6:9) ocupado en los intereses del Señor y su obra.
Pensamientos para reflexionar