“En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen” (Mateo 23:2,3)
“De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos” (Mateo 5:19)
Hay un dicho muy conocido en España que dice: “Consejos vendo, aunque para mí no tengo” Y es una realidad indiscutible. Pues es mucho más sencillo ser juez de un problema ajeno, que juzgar el corazón propio.
Para los creyentes, esto no debe ser así, pues en la Palabra de Dios, tenemos los consejos para los demás y para uno mismo. La Biblia es comparada con una espada, y mucho más cortante que una espada de dos filos. Al tener dos filos, uno es hacia afuera, pero el otro es hacia dentro. Tenemos que vernos primeramente a la luz de la Palabra, y dejarnos penetrar por esa espada, para que corte en nosotros todo lo que no fuese acorde con la voluntad de Dios.
La Biblia no nos fue dada para que vayamos por la vida tratando de corregirle la vida al resto, sino para que conozcamos a Dios, su salvación en Jesucristo y sepamos luego como debemos conducirnos. Sabiendo de antemano, que la bienaventuranza no está simplemente en saber lo que la Biblia dice, sino en hacerlo. “Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis” (Juan 13:17)
Los cristianos, somos también llamados a predicar el evangelio a toda criatura, enseñándoles que guarden todas las cosas que el Señor Jesús nos ha mandado” (Mateo 28:20) Esto nos llevará a decirles su deber. Pero será un deber en el cual, primeramente, debemos caminar.
Pensamientos para reflexionar