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“La comunión íntima del Señor es con los que le temen, Y a ellos hará conocer su pacto” (Salmo 25.14)
“Nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo… Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad”(1 Juan 1:3 y 6)
El hombre fue creado para estar en comunión con su creador. La falta de esa comunión es lo que origina vacío existencial, temores, dudas y toda clase de trastornos de ánimo.
Satanás, que no tiene comunión con Dios, ha procurado por todos los medios que el hombre tampoco la tenga, por eso presenta toda suerte de distracciones que atraen a la carne y alientan a pecar. De esa manera aleja a las personas de Dios.
Un alma alejada de Dios nunca es feliz.
El hombre natural encuentra en las cosas del mundo, que no proceden del Padre, aquello que lo atrae y fascina, pero, con lo cual no se llena. Corre tras los deseos de su corazón, y cuando los logra, tampoco se ve satisfecho, porque su sed no se sacia.
Esto que es la experiencia común del hombre en su estado natural, también lo experimenta el cristiano que interrumpe su comunión con Dios. Debido a esto, y para que gustemos de una comunión más íntima con él, Dios permite que a veces pasemos por situaciones en las que todo a nuestro alrededor pierde su brillo y solamente nos queda Cristo. Más cuando es así, el alma experimenta con el Señor cosas maravillosas. Es entonces, como cual David escribimos los mejores salmos, o como Juan en la isla de Patmos, tenemos las más grandes revelaciones.
Pensamientos para reflexionar
