“Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él… Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis 20:11-15)
La Biblia nos dice que las almas de los muertos van al Hades, palabra griega, equivalente a Seol en hebreo, tal como se menciona en el Antiguo Testamento. Siendo el Hades no un lugar en sí, sino el estado en el que se encuentran las almas desincorporadas del cuerpo. En el Nuevo Testamento, de los creyentes se dice que al morir van a “estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor” (Filipenses 1:23) pero para todos aquellos que murieron en sus pecados, sin haber sido perdonados de sus pecados por no haber aceptado a Cristo como salvador, el hades es el estado en el cual se encuentran conscientes, esperando resucitar para presentarse ante el gran Trono Blanco (Apocalipsis 20:11,12) donde serán juzgados según sus obras para luego ser lanzados al lago de fuego.
El hades, por lo tanto, no es el estado final, pues en el hades está el ser incompleto, está solamente el alma. Estar en el Hades sería como cuando un criminal es detenido y encerrado en la celda de una comisaría, esperando el momento de su juicio, para ser finalmente enviado a prisión. Y la prisión, donde purgará su condena, sería entonces equivalente a ser enviado al lago de fuego. Lo que se debe tener en cuenta también, es que, en ambos lugares, los hombres serán conscientes de la locura que cometieron al haber desechado la gracia de Dios.
Pensamientos para reflexionar