“Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua” (Jeremías 2:13)
“A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio” (Isaías 55:1)
Dios dijo: Dos males ha hecho mi pueblo. Me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas rotas que no retienen el agua.
¡Qué terrible! Y esto que le aconteció al pueblo, es lo que ha hecho el hombre en todos los tiempos siguiendo el camino de sus inclinaciones pecaminosas.
Primeramente, se deja de lado a Dios, fuente de agua viva, dejando de lado el manantial de la vida. ¿Será extraño luego ver como el hombre tiene un vacío que no puede llenar, y una sed que no sacia con nada? Habiendo dejado a Dios no podía esperar otra cosa. Satanás lo engañará diciéndole que explote sus talentos, que aproveche su belleza, su juventud, su fuerza. Que haga lo que quiera y que en esas satisfacciones abreve su alma. Todo es mentira. Es vanidad y aflicción de espíritu. (Eclesiastés 1:14) La vida sin Dios no tiene contentamiento.
Lo que el hombre hace para saciar su sed espiritual, son cisternas rotas que no retienen agua. Una cisterna puede llenarse hasta desbordar y dar cierta seguridad, pero luego viene la constatación de que todo se esfumó, como se filtra al agua en una cisterna rota que no está impermeabilizada.
Por eso Jesús dice: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Juan 7:37) “El que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás” (Juan 4:14)
Pensamientos para reflexionar