“Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor” (1 Corintios 1:9)
“Cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera” (1 Tesalonicenses 1:9,10)
(Testimonio)
Mis padres siempre me amaron mucho. Me dieron educación y me encomendaron a Dios conforme a sus conocimientos. Me bautizaron cuando era un bebé y me guiaron según los preceptos cristianos que conocían. Así crecí, como una persona honesta.
Me casé y fue allí recién que conocí a Jesús como mi salvador. No me hablaron de religión, me hablaron de Cristo. Creí todo lo que Dios decía en su palabra y confié en Cristo como mi salvador.
Desde allí todo tuvo sentido y un gozo santo inundó mi corazón. Busqué conocer más cada día y hacer todo cuanto Dios decía en su palabra. Hasta que la primera prueba grande la tuve con mis padres. Ellos al principio se enojaron conmigo, diciéndome que no perdonarían que yo cambiara de religión, ni que cambiarían ellos sus creencias por congraciarse conmigo. Estaban muy enojados y se sentían decepcionados. Fue allí donde el Señor me dio sabiduría y templanza, para sobrellevar eso y explicarle que yo no cambiaba de religión, sino que ahora había establecido una relación, con aquel Dios del cual me habían hablado ellos. Que ahora tenía en mi corazón al salvador que ellos también necesitaban, Y que no era dirigido por una religión, sino por Cristo y su Palabra.
Costó que aceptaran que ante Dios no se trata de religión sino de confiar en Cristo, pero, finalmente, ellos también recibieron al salvador.
Pensamientos para reflexionar