AVIVAMIENTO (1)

“Y el sacerdote Esdras trajo la ley delante de la congregación, así de hombres como de mujeres y de todos los que podían entender, el primer día del mes séptimo. Y leyó en el libro delante de la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, desde el alba hasta el mediodía, en presencia de hombres y mujeres y de todos los que podían entender; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley” (Nehemías 8:3)


Todos deseamos que en la iglesia del Señor haya un avivamiento divino. Todos quisiéramos ver los salones de reunión repletos y a los hermanos pidiendo que haya más reuniones para poder seguir disfrutando de ese goce del cielo al congregarnos.  Todos quisiéramos ver a los hermanos discernir lo que el Señor les confió que hicieran y ver como se consagran al servicio del Señor. Todos quisiéramos ver conversiones genuinas y como personas, y familias enteras cambian debido a la obra de Dios en sus vidas…

Esto que parece una utopía, en realidad no lo es. Podría suceder, pero la imposibilidad la presentamos nosotros, ya que la mano de Dios no se ha acortado para salvar. (Isaías 59:1)

La Biblia muestra como por regla general nunca hubo un avivamiento genuino, sin que esto fuera fruto del efecto de la Palabra de Dios en el corazón de las personas. Por eso necesitamos volvernos urgentemente a la Palabra y darle más lugar en nosotros primeramente y en las reuniones. Y al decir: Darle lugar, nos referimos a leerla diariamente, deteniéndonos en ella para que nos hable al corazón y nos instruya. Que llene nuestra mente y corazón movilizándonos, y que sea la Palabra la que tenga el lugar preponderante en las reuniones. Tenemos que dejar que la Palabra obre en nosotros juzgando y cortando todo cuanto no sea de Dios, apartándonos de lo que le desagrade (Juan 17:17)


Pensamientos para reflexionar

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