
“Me pondré, dije, sobre mi atalaya, me colocaré sobre la fortaleza, y estaré mirando para ver qué me dirá Dios… A lo que respondió Jehová, y dijo: Escribe la visión, y escúlpela sobre tablillas, para que se pueda leer corrientemente. Porque la visión todavía tardará hasta el plazo señalado; bien que se apresura hacia el fin, y no engañará la esperanza: aunque tardare, aguárdala, porque de seguro vendrá, no se tardará” (Habacuc 2:1-3 V. Mod.)
Habacuc en un momento estuvo angustiado preguntándole muchas cosas a Dios que no comprendía. Y Dios le dio una visión y le dijo que esperase. Esa visión era: La caída de Babilonia y la restauración de Judá cuando Dios estuviera interviniendo para establecer su reino. Este versículo, también es utilizado por el Espíritu Santo y aplicado a la venida del Señor para arrebatar a su Iglesia como aliento para nuestras almas (Hebreos 10:37).
Estas experiencias espirituales, nos enseñan que cuando algo inquieta nuestras almas, siempre es bueno quedarnos a solas con el Señor, orar, y esperar en esa comunión la respuesta, tal como hizo Habacuc. Y del Señor recibiremos aliento en lo que él prometió, a pesar de que le hayamos fallado tanto. Él actuará, no dejará de hacerlo. Pasaremos por pruebas, pero finalmente nos levantará. Y aunque esa visión pareciera tardar, que no desmayen los corazones, porque, así como aquellos judíos podían tener por bien cierto que su Cristo vendría y los restauraría, nosotros también sabemos que el Señor no dejará para siempre caído al justo (Salmo 55:22) Que si confesamos nuestros pecados él es fiel y justo para perdonarnos (1 Juan 1:9) y que cumplirá su promesa porque el permanece fiel (2 Timoteo 2:13)
Por eso, si estás sufriendo, no desmayes, clama a Dios y vuélcale tu corazón, y aunque la visión tardare, espérala, porque sin duda vendrá y no tardará.
Pensamientos para reflexionar