ANDAD A LA LUZ DE LAS TEAS QUE ENCENDISTEIS

“He aquí que todos vosotros encendéis fuego, y os rodeáis de teas; andad a la luz de vuestro fuego, y de las teas que encendisteis. De mi mano os vendrá esto; en dolor seréis sepultados” (Isaías 50:11)

“Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios” (Juan 3:21)


“Dios es luz y no hay ningunas tinieblas en él” (1 Juan 1:5) Y las personas que están, en comunión con Dios, andan en su luz con todas las bendiciones que eso acarrea. Sin embargo, cuando la luz que alumbra a todo hombre vino a este mundo, el hombre la rechazó.

Los hombres se alejan de la luz, “Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas” (Juan 3:19,20) Pero, como, nadie puede vivir a oscuras, quien, deshecha la luz de Dios, recurre a sus propias luces, y sigue a sus iluminados…

Esto que sucedió en tiempos del profeta Isaías, como dice el versículo del encabezamiento, ya había pasado en épocas de Caín.

Los hijos de Caín, alejados de Dios, buscaron llenar los vacíos recurriendo a sus luces, capacidades y talentos. Uno fue el padre de todos los habitan en tiendas y crían ganado. Otro, padre de todos los que tocan arpa y flauta, y el tercero, padre de los artífices en bronce y hierro. (Génesis 4:16-22) Estos hombres fueron brillantes, artistas autodidactas, iluminados reconocidos y seguidos por los demás. Ellos hicieron la vida más agradable, pero sin volverse a Dios.

El hombre puede vivir toda la vida “a la luz de su fuego” pero si no recibe a Cristo como salvador, en dolor será sepultado.


Pensamientos para reflexionar

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